Al cumplir mis 70 años celebro y le doy gracias a la vida por todo lo que me ha dado y por todo lo que me ha enseñado. La celebro y le doy gracias por haberme enseñado que ella es lucha toda, que si pretendo vivir tengo que luchar y luchar si pretendo vivir.
La celebro y le doy gracias por dejarme experimentar la extrema pobreza material y por retarme a trascenderla sin envidia u odio a nadie.
La celebro y le doy gracias por haberme expuesto a experimentar en carne y hueso los prejuicios, la discriminación y el racismo por ser boricua, por mi piel oscura, por mi tamaño, por no saber hablar inglés y hasta por hablar español “chapiao” para que aprendiera una grata lección – que la única raza es la humana y que todos los humanos somos falibles e imperfectos.
La celebro y le doy gracias por haberme expuesto a una guerra para que me paseara por la sombra de la muerte, sintiera la muerte de los otros como si fuera la mía y sin ser conciente de ello convertirme en un sembrador de muertes, de devastación y destrucción en un pueblo que pudo ser el pueblo mío.
La celebro y le doy gracias por haberme permitido sobrevivir la guerra y retarme a buscar otro sendero, una nueva manera de pensar y a encontrar ideales sublimes y nuevas metas.
La celebro y le doy gracias por obligarme a aprender a pensar críticamente, a sumergirme en mi pueblo para que entendiera que su marginación, su invisibilidad y la falta de voz que sufría yo también la sufría y a apreciar y amar mi identidad y a no permitir que los que controlan las riendas del poder me definieran.
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